Triage en la Bioética Judía: un equilibrio de teorías morales

La actual pandemia sumada a la precariedad de la salud pública, retoma las cuestiones bioéticas de triage, clasificando los pacientes en función de recursos y urgencias o necesidades, frecuentemente confundiendo concepciones pragmáticas eficientistas con utilitarismos económico-sociales, desatendiendo visiones personalistas y principios civilizatorios, a la hora de establecer políticas públicas en la administración de escasos recursos sanitarios.

La cultura bíblica posee órdenes de prioridad preceptual en lo social e individual ante la incapacidad de su pleno cumplimiento, considerándolas entidades distintas en sus intereses y habientes de leyes propias sopesándolas según el caso, resultando por un lado en prioridades macro, racionando recursos sanitarios a nivel poblacional, y por otro lado micro, a nivel individual.

Desde lo macro, el tratado talmúdico Nedarim 80b determina que ante dos pueblos habientes de una sola fuente de agua, el más próximo a esta la utilizará no sólo para beberla sino también para higiene cuando de ello dependiera las vidas de sus habitantes, y aun cuando prive al otro pueblo no sólo del confort en la facilidad de acceso al agua evitando ir a otra fuente más lejana, sino incluso cuando no la hubiera. Claramente aquí, la definición de peligro mortal incluye tanto la prevención como el deber social de asegurar la salud para futuras generaciones, aplicándose esto mismo a los respectivos y coyunturales insuficientes recursos que tuviera una población y que aseguraren su sobrevida.

Desde lo micro, se enfatizan tres principios fundamentales. Uno, basado en el Levítico 19:16, proscribiendo deponer contra la vida del prójimo y por ende prohibiendo demorar toda acción que pudiera salvar vidas. Dos, a partir del Levítico 25:36, estableciendo que ante la disyuntiva exclusiva, la propia vida antecede a la de otro, pero nunca a costa de la acción contra el otro. Así manifiesto en el tratado tamúdico Baba Matziá 62a, donde ante la sola posibilidad de salvar una de dos personas sedientas, el dueño de la cantimplora es quien posee la facultad para beberla. Aunque no siendo un deber, el dueño puede renunciar a ella y salvar a su prójimo. De este criterio micro, análogo al macro mencionado a nivel poblacional, también surge el principio que prioriza a una personal en la situación denominada en hebreo,  jaié olam, cuyo significado es habiente de una vida permanente sin final prematuro por patologías o alguna situación particular, frente a un jaié shaá, alguien cuya esperanza de vida es acotada a días o algunos meses de no curarlo o cambiarle de situación. Claro está aunque no huelga ratificarlo, que dicha prioridad de un jaié olam frente a un jaié shaá, es siempre y cuando se considere que la condición de jaié olam no fue adquirida por una acción directa contra otro haciéndolo devenir en un jaié shaá. Y el tercer y último principio, basado en el mandamiento no asesinarás del Éxodo 20:13, uno de los tres preceptos que, al igual que la prohibición de idolatría y relaciones sexuales prohibidas, imperan dejarse matar para no transgredirlos, se prohíbe salvar la propia vida a costa de la de otro cuando este no atenta contra aquella, manifestando la igualdad entre las vidas de las personas. Esto, expuesto en el tratado de la Mishná Oholot 7:6, reglando que en estado de igualdad una persona no aplaza o suple a otra en prioridad; y en el tratado talmúdico Sanhedrín 74a, prohibiendo que quien coaccionado a matar a otro para salvar su propia vida, cometa asesinato. Mismo principio general manifiesto en la Tosefta Terumot 7:20, donde se prohíbe entregar un sujeto inocente a quien lo demandara para matarlo, aun a costa que el demandante matare a toda la comunidad. Aquí, no sólo se patentiza la no intercambiabilidad de vidas humanas por su intrínseca paridad igualitaria, sin saber si la sangre de uno es más roja que al del otro, sino incluso la no permutabilidad ni sustitución en términos cuantitativos utilitarios donde la muerte coercitiva de un inocente evitaría la de muchos.

Así, cuando no pueda satisfacerse en recursos a todos los pacientes y ante su fatídico devenir, la cultura bíblica otorga prioridad a los habientes de mayor posibilidad de sobrevida. Aunque para la prelación en atención médica entre pacientes saludables y llegados simultáneamente al lugar o con anterioridad al médico, se aplica el orden establecido en el tratado Oraiot 13a, donde se describen prioridades ante diversas situaciones de peligro, distinguiendo hombres, mujeres, niños y sus relaciones filiales y genealógicas. Cabe destacar que algunas de las máximas autoridades legislativas contemporáneas indican la no necesaria aplicabilidad de dicho criterio ante la elección exclusiva de vida o muerte entre uno u otro individuo, por carencia de recursos. Incluso Maimónides, quien no menciona este orden de prioridades en su fundacional código de leyes, Mishné Torá, comenta en sus glosas a la Mishná correspondiente al mismo tratado talmúdico, que la prelación por ejemplo, del sabio a la autoridad política es debido a su más difícil reemplazo, pero que difícilmente se implemente por la necesidad de aquella última para el pueblo. Es decir, que dicha prioridad es indicativa de la importancia del sabio ante la autoridad política, pero que no es de imaginarse que un presidente no prime en recibir un respirador o vacuna, ante la misma necesidad para un científico.

De todas formas, dicho orden se altera por la precedencia en la atención del médico, por cuanto este contrae la obligación primaria con quien inicialmente le demanda su atención. Principio manifiesto en el tratado talmúdico Sucá 25a y basado en Deuteronomio 6:7, por el cual quien se ocupa de un precepto, en este caso el de curar, está exento de cumplir otro simultáneamente. Nuevamente este criterio se altera por la gravedad que a juicio del médico, la situación de uno sea más crítica que la de otro. Y a su vez este criterio se altera en función de la posibilidad de cura o salvación de los pacientes debido a que la primaria obligación preceptual del médico es curar, tal como comanda el Éxodo 21:19. Precisamente la aplicación de estos criterios se da ante un único respirador artificial y frente el ingreso de un paciente crítico que lo demande, no demorándolo en función de otros ulteriores que necesitándolo sean habientes de mayor sobrevida. Y no pudiendo desconectárselo debido a la obligación primaria del médico contraída con el primero, no dejándolo de atender si ello repercutiese en el estado del paciente. Mismos criterios se aplican ante una sola cama disponible y la llegada conjunta de dos pacientes en similar estado de gravedad, priorizando a quien sea habiente de mayor probabilidad de cura y sobrevida a juicio del médico presente. Y ante la situación donde la cama ya estuviera ocupada por quien tiene menos probabilidad de sobrevida, se prohíbe desalojarlo en pos de otro habiente de mayor viabilidad. Es por estas razones que, si bien esta regla es seguida por grandes legistas contemporáneos especializados como, Moshé Feinstein, Eliézer Waldenberg, Shlomo Auerbach y Shmuel Wosner, entre otros, se acepta la excepcionalidad planteada por otro gran legista, Moshé Shtrenbuch, respecto del criteriosamente restringido uso de la aparatología esencial que deba permanecer fijado al cuerpo del paciente, evitando que otro paciente crítico con mayor probabilidad de sobrevida se vea impedido de lograrla debido a otro con menor o ninguna, pero que habiéndolo antecedido se prohíbe su desconexión. Otro caso de aplicabilidad de estos criterios bíblicos de triage, es ante dos pacientes con igual probabilidad de sobrevida, y que a juicio del médico sólo puede atender a uno, el profesional deberá entonces priorizar aquél que representa mayor gravedad. Y ante la igualdad en su estado crítico, deberá el médico seguir el orden de prioridad establecido en el mencionado tratado de Oraiot. Pero en caso de una significativa menor probabilidad de sobrevida de uno respecto de otro, incluso debido al conocimiento o recursos disponibles del médico, priorizará el de mayor probabilidad de sobrevida o a quien ciertamente sepa cómo curar. Pero nunca y bajo ninguna circunstancia la edad del paciente puede ser un factor determinante para establecer per se las prioridades del caso, dado que no necesariamente uno posee siempre mayor sobrevida que otro. Incluso este mismo criterio es utilizado ante la disponibilidad de una sola dosis para curar a uno de ambos pacientes, estando uno grave y sin cura fuera de aquella dosis, mientras que el otro, pudiendo posiblemente curarse sin esta; se priorizará entonces al primero.

Concluyendo, existe otra alternativa a los frecuentes polares criterios utilitarios en catástrofes, resolviendo la disyuntiva entre la utilidad médica, salvando la mayor cantidad de vidas posibles, la social priorizando las más valoradas en función del mejor bien para la mayor cantidad, y la utilidad humanitaria primando a los más necesitados. En otras palabras, el criterio bíblico de triage mantiene un equilibro con beneficencia, justicia, no maleficencia y autonomía, entre utilidad, pragmatismo, personalismo y sus fundacionales principios civilizatorios.

>