Rosh HaShaná: tiempo de reflexión existencial

El año nuevo judío no es sólo un fecha calendario, sino un recordatorio de que el juicio, la autocrítica y la esperanza colectiva pueden transformar nuestra historia social y política.

Un tiempo de reflexión existencial

El calendario judío no marca simplemente fiestas, celebraciones o conmemoraciones, sino momentos de reflexión profunda y existencial. Rosh HaShaná o cabecera de año, que en 2025 inaugura el año 5786, no es sólo un inicio cronológico, sino un llamado a examinar nuestro presente y proyectar el futuro. Bíblicamente se lo denomina Zijrón Teruá o recuerdo del sonido del corno o shofar (Levítico 23:24), en alusión al carnero que reemplazó a Itzjak en el sacrificio que Dios le comanda a Abraham (Génesis 22:13). Recordar, en la tradición judía, nunca es nostalgia, sino la renovación de la conciencia de pertenecer a una historia común y mayor, asumiendo responsabilidad sobre el presente y el futuro, como enseñaba Iosef Soloveitchik.

Juicio y oportunidad de cambio

Por eso también se denomina a Rosh Hashaná como Iom haDín o día del juicio. Según la Mishná (Rosh HaShaná 1:2), toda la humanidad pasa delante de Dios como un rebaño. Nadie queda exento, ni el individuo ni la comunidad. Pero este juicio no es condena definitiva, sino oportunidad de transformación.

Si trasladamos este marco espiritual a la Argentina, las resonancias son evidentes. En un país acostumbrado a crisis económicas recurrentes, inflación persistente, incumplimiento de promesas políticas y fragmentación social, Rosh HaShaná ofrece una alegoría potente: ¿qué significa examinarnos como nación, revisar nuestras decisiones colectivas y renovar la esperanza de un rumbo distinto? La memoria activa permite identificar errores estructurales, reconocer compromisos incumplidos y abrir espacios de reparación y aprendizaje.

Ética integral: Rey, Juez y Pastor

La liturgia describe a Dios como Rey, Juez y Pastor: el soberano que establece orden, el juez que exige responsabilidad y el pastor que guía y cuida. Tres imágenes que enseñan una ética integral, cuya contracara en nuestra vida pública suele ser la arbitrariedad, la impunidad y la demagogia. Y así, sin juicio ni cuidado mutuo, la repetición de fracasos resulta inevitable.

El judaísmo responde a esto con el concepto de Teshuvá o arrepentimiento, que no se reduce a la intimidad confesional, sino que debe exteriorizarse en una praxis ética reconociendo errores, reparando daños y emprendiendo un nuevo rumbo. Por eso el Talmud enseña que el arrepentimiento sincero no sólo limpia la falta, sino que transforma el error en mérito (Iomá 86b).

La necesidad de autocrítica

No hay democracia sin juicio, ni futuro sin memoria. ¿No es esto lo que falta en nuestra vida política? Autocrítica real, responsabilidad compartida y voluntad de reparar. Un país que se rehúsa a revisar sus errores se condena a revivirlos. La memoria, tantas veces reducida en Argentina a relatos partidarios, debería servir no para dividir, sino para reencontrar los pactos fundacionales que sostienen la convivencia democrática. Basta observar los ciclos viciosos de endeudamiento, inflación, pobreza y promesas incumplidas en la Argentina, para reconocer aciertos y fallas pasadas como condición para diseñar políticas que no repitan los mismos patrones.

Maimónides escribió que, incluso quien erró toda su vida puede, al final, rectificar y empezar de nuevo (Leyes de Arrepentimiento 3). Pero esta posibilidad implica que debe reconocerse la verdad, cuya ignorancia u omisión obstinada en el error resulta en la imposibilidad de contrición, impidiendo a la persona abandonar su equivocado accionar. Esta idea es una seria advertencia, aunque también es profundamente esperanzadora, porque puede no haber destino cerrado. Pero la esperanza no es ingenuidad ni evasión, sino la convicción de que las decisiones éticas deben constituir una práctica que transforme la historia. Como exhorta el Deuteronomio (30:19): “He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; deberás escoger la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.

Convocatoria ciudadana

Abraham Heschel afirmaba que Rosh HaShaná no es tanto un día para pedir, sino para ser convocados. Una convocatoria que se realiza en el encuentro genuino como el “Yo-Tú” buberiano, frente al anonimato del “Yo-Ello” característico de la política argentina, marcada por la distancia entre representantes y representados. Por eso, no hay pacto social sin encuentro real. El despertar de las almas adormecidas que anuncia el toque del shofar en Rosh HaShaná puede leerse hoy como un llamado cívico para asumir responsabilidades, participar activamente, exigir transparencia y actuar como ciudadanos más allá de la identidad partidaria.

En este sentido, la lección judía trasciende la comunidad, porque la memoria, el juicio y el arrepentimiento como transformación ética, son principios universales aplicables a toda sociedad que aspire a una renovación. No es un mensaje exclusivo para la comunidad judía, sino una guía ética para todos los argentinos.

Renovación colectiva y transformación cultural

Rosh HaShaná transmite una pedagogía de la responsabilidad colectiva la cual radica en que no existe redención individual sin redención comunitaria. Nos recuerda que toda sociedad puede renovarse si reconoce su historia, corrige errores y apuesta éticamente por su futuro. Así, el sonido del shofar puede escucharse en clave argentina como un eco que nos llama a despertar de la resignación y del desencanto. Nos convoca a recordar lo que nos une, a juzgarnos con honestidad, reparar instituciones y elegir, una vez más, la democracia, la institucionalidad y la libertad como compromiso compartido.

El año judío que comienza no es un simple marcador temporal, es un recordatorio de que toda comunidad, incluida la nuestra, tiene la capacidad de transformarse. Si los argentinos hacemos de la memoria un pacto y del juicio una acción ética, podremos elegir colectivamente la vida democrática y la esperanza, no como un ideal abstracto, sino como una responsabilidad concreta que nos compete a todos.

Un llamado final

Comenzar de nuevo exige coraje para confrontar verdades incómodas y la disciplina para traducirlas en acciones concretas. Rosh HaShaná nos invita a transformar la conciencia colectiva en iniciativas reales, fortaleciendo instituciones, cultivando el diálogo genuino y construyendo un horizonte común donde las decisiones de hoy definan un país más justo y sólido mañana. No se trata sólo de esperar cambios, sino de asumir la responsabilidad activa de generarlos, reconociendo que la renovación nacional depende de la participación ética y comprometida de cada ciudadano.

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