El encuentro se concretó en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, donde se expuso sobre la implicancias del discurso religioso en la vida cotidiana.
“Política y Religión” fue el título del coloquio organizado por el partido Demócrata Cristiano en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que tuvo lugar el 30 de marzo último y desarrolló reflexiones sobre el impacto del discurso religioso en la vida cotidiana y en las instituciones públicas.
La presentación se realizó en el Salón Dorado del parlamento porteño. Estuvo conformado por Federico Pugliese, director general de Entidades y Culto de CABA y el Dr. Alfonso Santiago, Director de la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacional de la Universidad Austral.
El panel religioso, en tanto, se integró con el Rabino Dr. Fishel Szlajen, el Presbitero Carlos White, el Sheij Abdala Cerrilla y el pastor Norberto Saracco. Mientras que el panel político estuvo integrado por Mónica Alonso, Victoria Gorleri, Martín Pascual, Jorge San Martino, Martín Zeballos Ayerza y Carlos Traboulsi.
El eje del encuentro fue el potencial de la prédica de culto en el desenvolvimiento diario de la sociedad. El Rabino Dr. Fishel Szlajen, uno de los disertantes, hizo foco en la importancia del discurso religioso en la esfera pública. “No es el lenguaje ritual de las actividades cúlticas, sino el uso de las ideas y los conceptos expresados en aquel lenguaje como corpus cultural y que están relacionados con el comportamiento cotidiano de las personas que se congregan en esa comunidad religiosa”, afirmó al respecto.
Durante su exposición, explicó: “A diferencia del discurso científico, cuyo objetivo es cognitivo e informativo, el discurso religioso es conativo. Es decir, no aporta conocimiento ni regula o normaliza el saber, sino más bien indica cómo actuar, qué es lo que se debe hacer. Aquí, aunque similar al discurso político, el religioso se distingue por no intentar persuadir o lograr una afiliación a una teoría o ideología que resulte en una acción, sino que refleja conceptualmente una determinada postura respecto a un tema, cuestionando e interpelando otras, sin necesidad de adscribirse a ella, pero siempre proveniente de una forma de vida y prácticas conformes a un corpus jurídico y normativo preexistente. Es decir, en el discurso religioso la idea procede de la conducta, y por ende su discurso es la visión conceptual a partir de una cultura preceptual, que como tal es habiente de un principio de obligación interna, personal. Diferencia que además la distingue de la cultura del derecho, la cual comienza con el reconocimiento de necesidades pero que deben ser satisfechas por un tercero o principio de obligación externa”.
“Es precisamente aquí donde el discurso religioso puede quebrar el actual albedrío esclavo del ciudadano, donde si bien no carecemos de elección, dicha capacidad está severamente afectada por estar al servicio de la vanidad. Más, en un contexto donde las disputas ya no son sobre contenidos concretos sino por la posibilidad práctica comunicativa y la captación de voluntades. Este discurso religioso contribuye también a que la tecnología no esté al servicio de las pasiones desiderativas, asumiendo una función ideológica y encubriendo las disfunciones sociales auto postulando una libertad como exigencia fanática negando toda mutualidad entre humanos. Evita en este sentido, eludir el valor o la autoridad de la tradición, de la consciencia, restringiendo todo intento de perpetuación de una ideología como sistema y manipulación de la vida cultural”, ahondó el religioso, quien es autor del libro “Bioética, Religión y Estado”.
El Rabino continuó con su exposición en la actividad organizada por el partido Demócrata Cristiano. “Hoy la tarea de una crítica a la cultura, cuyo fundamento se encuentre en lo religioso, consiste en reconocer qué tipo de vanidad e idolatría caracteriza a la empresa humana en el presente, tal como oportunamente fue la desacralización y desencantamiento de los ídolos. La labor es la de promover concepciones fundamentales permitiendo luego generar valores, para la comprensión y aprovechamiento de los avances tecnológicos y culturales, más allá de las habilidades. Esta es la forma donde la tradición y el progreso son solidarios y no antagónicos, resguardando los valores ante la invención o el descubrimiento”.
Siguiendo con esa línea de razonamiento que complementa los avances tecnológicos de la vida contemporánea y los valores tradicionales que puede aportar la religión, el Dr. Fishel Szlajen añadió: “No hay que olvidar que los valores de las civilizaciones históricamente han sido garantizados por las religiones, incluso los hoy considerados seculares como la educación, salud, seguridad, la propiedad privada y la defensa de la vida. Estos siempre se han pervertido cuando se los pretendió escindir de trascendencia, abandonándose el humano a un prometeísmo conducente a una autonomía técnica o ideológica que lo hizo cautivo del deseo y la codicia, corrompiéndose por profanar su raíz divina. Última y más cruel prueba patente de ello se manifestó durante todo el siglo XX, aunque existen nuevos conatos en el siglo XXI, donde el matar por utilidad o factor reforzador no fue el límite fundamental para cualquier tecnología o conducta, perdiendo no sólo la noción religiosa del ser humano creado a imagen divina, sino también la atea como un fin en sí mismo. Ambas por igual, constitutivas del concepto de dignidad, similarmente basadas en un valor, nunca en un interés”.
“Otra de las cuestiones sociopolíticas que el discurso religioso manifiesta, es la medida de un Estado democrático, donde debería prevalecer el gobierno de la ley por sobre el arbitrio. Y aquí la pregunta ¿cuál es la forma justa de resolver conflictos? Esta idea de lo justo como razonable y adecuado en orden a resolver conflictos, en este caso por parte del Estado, es una idea moral de lo justo como neutralidad asegurando la imparcialidad y la no subjetividad en las consideraciones y resoluciones. Si bien esta idea moral de lo justo ya se observa en Aristóteles, quienes más lo han elaborado son Maimónides así como Tomás de Aquino y modernamente John Rawls así como John Finnis. Esta idea o principio moral de neutral razonabilidad para las decisiones de acción pública, resulta en la objetivación de al menos tres variables. La idoneidad, evaluando si el fin perseguido es legítimo considerando luego la adecuación del medio propuesto. La necesidad, valorando si la medida determinada es la menos restringente de toda otra igualmente eficaz para lograr la finalidad propuesta. Y la proporcionalidad, evaluando si la medida a tomar guarda una admisible relación entre las demandas generadas en los ciudadanos respecto de los beneficios de su aplicación para el bien común”, agregó.
El rabino prosiguió: “Estas son las básicas cargas justificativas que el gobierno, como administrador del Estado, debe responder con suficiencia para la toma de decisiones con un carácter democrático y representativo, sin la inadmisible interferencia ideológica cualquiera sea, en su rango de acción. Y aquí es donde se observa que el mismo discurso religioso indica que un Estado de derecho democrático no sólo no puede ser sino que no debe ser laicista ni confesional, de derecha ni de izquierda, en ninguno de sus planos o políticas de acción, sea social, económico, educativo, sanitario, laboral, seguridad, etc”.
“Por lo contrario, el gobierno o administración de turno, puede tener tendencias ideológicas u otras, pero manteniéndolas restringidas a su propia dimensión y alcance, sin que influyan o se reflejen en un Estado de derecho democrático, el cual debe ser neutral para así cumplir con la función y responsabilidad que le compete para con toda su ciudadanía”, sostuvo.
“Por todo ello, el discurso religioso hoy resulta en un pluralismo constructivo mucho mayor a otros discursos teóricos políticos. Y aquí también es importante lo que se aprende del discurso religioso proveniente de una cultura preceptual, y es que el Estado y el gobierno no sólo eviten interferir con los derechos básicos de sus ciudadanos, y que estos no interfieran entre sí para sus respectivos cumplimientos, sino que además el Estado a través de su administración gubernamental debe ocuparse de que cada ciudadano tenga la posibilidad fáctica para hacer uso de aquellos derechos. En otras palabras, no existen los derechos básicos cuando no se tiene la posibilidad de implementarlos, y similarmente, la libertad sólo existe cuando hay una base que posibilita la realización de la voluntad”.
Finalmente explicó: “Con esto en mente, el discurso religioso no sólo puede, sino que debe llevar la voz al dominio público, analizando toda decisión política de cualquier gobierno en sus áreas de incumbencia, incluso en lo jurídico o legislativo, demandando mayor transparencia, eficiencia y justicia en todo acto estatal en pos de garantizar y perfeccionar un Estado de derecho democrático. En palabras de Abraham Heschel, la no injerencia compulsiva de la religión en cuestiones de Estado, es total y radicalmente distinto a la separación o rechazo de la religión respecto de la situación humana. Permitámonos mejorar la calidad de los debates, construir una sociedad más justa y ser más libres”.