En principio cabe distinguir entre conflicto y dilema moral. En el primero existe la concurrencia disyuntiva y excluyente entre dos o más obligaciones o prohibiciones morales por parte de un individuo pero que acorde a su sistema axiológico son diferentes en su jerarquía postergando una respecto de la otra. Tres casos ejemplifican este concepto. El patriarca Abraham quien debe decidir entre la fidelidad a Dios o su propia vida coaccionado so pena de muerte a cometer idolatría por el rey Nimrod; Antígona, ante la decisión de resguardar su vida o inhumar a su hermano muerto dejado a merced de las alimañas por el rey como escarmiento, penando de muerte a todo quien intentase sepultarlo; y Sócrates, quien decide entre su deber de filosofar cuya pena es capital o vivir abandonando dicha actividad. Todos ellos postergan su vida en pos de la máxima deóntica, comandada por sus respectivas divinidades, negándose a la idolatría, dando sepultura y filosofando respectivamente. Platón, luego, vincula el conflicto al deber de devolver por ejemplo un arma prestada, postergándolo por la condición del prestador quien fuera de sus cabales representa una amenaza para él y los demás. Allí, en virtud de un más noble motivo, el deber de prevenir y proteger de daños, pospone el de la devolución de lo prestado. Similar situación descripta por Sartre, donde quien deseoso de vengar el asesinato de su único hermano durante la ofensiva alemana, debería alistarse en el ejército aliado abandonando a su madre en absoluta soledad, quien sólo vivía para él. Aquí el planteo de la resolución del conflicto no pondera el carácter deóntico intrínseco de las acciones ni de la virtud de sus motivos, sino de la eficacia e incertidumbre en el cumplimiento del objetivo moral. Ir a la guerra contribuyendo a derrotar al invasor representa un mayor alcance pero más incierto, respecto de permanecer con su madre, de menor alcance pero menos incierto.
Ahora bien, todos
ellos son conflictos morales zanjados sin mayor dificultad mediante el orden
jerárquico normativo de un sistema axiológico específico. Sea el religioso,
donde la rectitud radica en las prescripciones y proscripciones otorgadas por
Dios y regladas por los sabios legistas; el virtuosismo, postulando la
corrección de una acción por la honorabilidad de su motivación; el deontologismo,
donde la máxima moral es categórica e independiente de los resultados o derivaciones;
el consecuencialismo, ponderando la moralidad del acto por lo positivo y
maximización de sus resultados; o el intuicionismo, cuya rectitud moral radica
en el dictado de la conciencia captado en forma directa. Pero el dilema moral interno
de un sistema axiológico, particularmente en teorías éticas no religiosas, es
cuando el agente se encuentra en una situación donde ninguna de sus
obligaciones o prohibiciones se diferencia jerárquicamente de la otra. Este es
el caso de Styron, donde un oficial nazi obliga a Sophie a decidir por
cuál de sus dos hijos él asesinará, y que de no elegir, matará a ambos. Si bien
el intuicionismo y utilitarismo parecerían descartar la opción del silencio, esta
situación denominada simétrica es donde en lugar de aplicar dos o más
postulados morales en disyuntiva excluyente, es un mismo postulado aplicado a varias
personas sin haber diferencia jerárquica entre los casos.
Aquí entonces cabe distinguir entre el conflicto moral por
problemas epistémicos del ocasionado por problemas ontológicos. Es decir, el
primero, producido porque el individuo desconoce las consecuencias y más frecuentemente su sistema axiológico, los
principios en conflicto y sus prevalencias. Incluyendo las diferencias entre
las obligaciones y prohibiciones generales aplicables a los individuos en tanto
agentes morales tales como no asesinar o no robar, respecto de las relacionadas
con el rol u ocupación en la sociedad. Y el segundo, originado por la simetría
que imposibilita bajo toda lógica moral que un principio prescriptivo o
proscriptivo se anule a sí mismo. Y aquí está Sophie, así como quien pudiendo
salvar a cualquiera de las dos personas que están ahogándose en similar
situación, debe decidirse por uno; o las variantes del caso presentado por Foot
donde un motorman matará a una o varias persona atadas sobre la vía, y que
desviándose matará a otra u otras así también dispuestas en la vía alternativa.
Es precisamente
aquí donde se devela la esencia de la responsabilidad moral para todos los
sistemas éticos, la
cual radica prioritariamente en la intención y secundariamente en la relevancia
que conlleva el comportamiento acorde a la circunstancia determinada. En este
sentido, además de la intención como significado axiológico del hecho, existe
la diferencia entre la acción u omisión relevante para provocar o acelerar la
ocurrencia de un evento, respecto de la acción u omisión que lo permite pero
sin ser relevante su participación. Es decir, si de entre todas las formas
posibles de comportamiento del sujeto había una o un pequeño número que
resultaban en la ocurrencia del evento; o si la casi totalidad o totalidad de
las formas en que podía comportarse resultaban en su acaecimiento. Nuevamente
aquí se resuelve el llamado dilema moral, cuando presupuesta la intención acorde
al cumplimiento de la normativa, la responsabilidad moral radica en la
relevancia de la acción u omisión para permitir, provocar o acelerar la
ocurrencia del hecho. Por ello, Sophie y el conductor del tren, ambas situaciones iniciales no causadas ni motivadas
por ellos, no
deberían actuar de ninguna forma debido
a que hagan lo hagan estarán matando activa y directamente a alguien, siendo peor
obrar mal por acción que por omisión. Categoría focalizada en el resultado natural
de la acción, permitiendo realizar un acto sólo cuando sus consecuencias
nocivas no sean parte integral, y a fortiori cuando el resultado final fatal
no sea inherente a la acción salvadora sino un efecto secundario. Esto
ya existente en la lógica bíblica y denominado “Sheb VeAl Taasé” (siéntate y no
hagas) respecto de “Kum VeAasé” (levántate y haz), al lidiar con casos
simétricos bajo las proscripciones de no suplir una vida por otra, no asesinar,
no deponer contra la vida del prójimo y la prescripción de salvar la vida. Mientras
que por lo mismo, el guardavida deberá intentar rescatar a quien considera que
tiene mayores posibilidades de hacerlo.
Esto es aprendido
precisamente del sistema religioso como cultura legal, donde desde la Biblia y
la reglamentación talmúdica, códigos y responsas, han abordado fáctica e
hipotéticamente casos que sobrepasan el límite de las soluciones óptimas, cuya
finalidad es saber cómo conducirse preceptualmente frente a toda situación
cumpliendo así el deber de rendir culto a Dios. El legista religioso, así, no
es ajeno al “lose-lose situation”, sino que incluso lo imagina a los
fines de producir nuevo conocimiento normativo. Y así es como se sigue
construyendo un sistema preceptual jerárquico, iluminando y evitando la
discrecionalidad, arbitrariedad o irresolubilidad axiológica.
Como conclusión, no
sólo el dilema como caso simétrico dentro de un mismo sistema es una
inconsistente exigencia, sino que su problema no radica en la solución sino en
la decisión. En las razones para cumplir con aquella normativa acorde al
específico sistema axiológico. Y esto es mayormente por falta de una exhaustiva
especificación de las normas en relación a las eventuales situaciones,
anticipando la urgencia que impiden considerar los factores relevantes; o porque
su solución no conviene a los intereses coyunturales o ideológicos.